Y una vez más pasó aquello que tanto temía. El juego acabó, y probablemente para siempre. Y es que para mi ya no era un juego, era más que eso. Se había convertido en mi estilo de vida, y cuando me faltaba no podía ver todo lo demás, me faltaba el aire para respirar, las lágrimas para llorar, el valor para reír cuando todo va mal... Lo triste es que todo eso pasó por sentir más de lo que debo.
Ya veremos lo que nos deparará el destino.