-Oh, Funky, te has vuelto a comer todas las galletas de café.- Phoebe suspiró.- No sé que voy a hacer contigo, de verdad que no lo sé.
Funky le miraba desde la otra punta de la cocina, con sus grandes ojos abiertos como platos y una sonrisa de oreja a oreja. El mechón de pelo rebelde que tenía en la frente se reía de Phoebe. Si le hubiesen puesto unos platillos en las manos parecería un juguete, pero Funky nunca podría comportarse como un juguete. Funky, como su dueña, era una casualidad, y las casualidades lo único que saben hacer es ir por ahí enredando vidas ajenas.
-Rulo, mi mono se ha comido todas tus galletas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario