Atrapado.

Yago estaba apoyado en una de las paredes de su celda. Pensaba un plan magistral, una huida que le permitiera salir de esa maldita prisión en la que se encontraba. Había intentado aprenderse los cambios de turno de los guardias, pero esa panda de malnacidos se las habían ingeniado para idear un sistema tan irregular que era imposible comprenderlo. Preso de la frustración y la desesperación, Yago golpeó la pared hasta dejarse en ella los nudillos.

-¿Crees que atizándole esos golpes a la pared vas a conseguir algo? - Una mano de mujer entró en su campo de visión.

Yago se acercó a los barrotes a conocer a la dueña de esa mano y esa voz.
-No necesito que me des ningún consejo- dijo con voz agria.

La joven se río, como si fuera el chiste más divertido que la habían contado en mucho tiempo. Las convulsiones de su cuerpo apartaron un poco el pelo que la cubría la cara.

-Pues no entiendo qué demonios te hace tanta gracia.- La voz de Yago era dura como una piedra y cortaba como un cuchillo. No iba a permitir que le tomaran el pelo, ni aunque eso pudiese suponer un entretenimiento en un lugar en el que el tiempo no pasaba.

-Pobrecito, llevas poco tiempo aquí, ¿verdad? Qué inocente, todavía piensas en escapar. Seguro que piensas que puedes salir sin ayuda. Pequeño iluso.- Con cada carcajada, su cuerpo temblaba entero. Yago la observó más atentamente y llegó a la conclusión de que la locura se había apoderado de sus facultades mentales. De pronto, la risa se interrumpió y le miró con ojos escrutadores.
-Sé por qué estás aquí.
-Mira que lo dudo.
-Tienes mala suerte, chaval. Han tenido que colocarte a mi lado.
-Estás loca.
-Eso dicen. También dicen que eres culpable, ¿les vas a creer?- La joven le miró una vez más, y se sentó en el centro de su celda, con las piernas cruzadas. Tarareando, pasó las manos por su pelo una y otra vez.

Yago pensativo, se echó en el catre. Se preguntó qué le habría pasado a su vecina para terminar así, y con algo más de prisa que antes, puso su mente a trabajar en un plan que le permitiera salir de allí.

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