A look from you and I would fall from grace

A look from you and I would fall from grace

La creencia popular decía que las pelirrojas atraían a la mala suerte. En la edad media se las consideraba brujas, y en la actualidad, provocan escalofríos a los supersticiosos. Chiara tenía el pelo rojo llameante. Sí, su pelo, al ondear en el viento, parecía el reflejo de las mismísimas llamas del infierno.

Su tez pálida le daba un aspecto de vampiro, y pronunciaba más aún el color de su melena. Sus ojos eran como dos oscuros pozos sin fondo, sin luz. La vida los había sumido en la oscuridad. Todavía era pequeña, el desarrollo de su cuerpo no había hecho nada más que empezar, porque Chiara tan solo tenía nueve años.

Las calles oscuras eran su casa. Los suburbios de la ciudad eran su único amor. Su apariencia de niña buena y desdichada, demasiado afectada por los prejuicios que provocaban su pelo rojo, eran su mejor arma. Dos canicas negras que llevaba en el bolsillo, sus mejores amigas, y su media sonrisa de superioridad, su mejor máscara.

Chiara no seguía un rumbo fijo, ella iba hacia donde la llevara su podrido corazón, siempre en las calles más oscuras de Madrid. Y en su viaje hasta la muerte, conoció a personajes de lo más variopintos. El momento en el que empezó a regalarles pedacitos de su alma, nunca se sabrá. Y si ellos fueron su salvación o su perdición, es un tema que genera controversia. Lo que si podemos asegurar sin temor a errar, es que cambiaron su vida.

Para siempre.

Las oportunidades se me escurren entre los dedos

Parece que nunca estoy cuando hace falta. Y cuando me tienen ahí, no hay nadie esperando por mi. Hay mucha gente alrededor, y cuando parezco estar a punto de conocer a alguien medianamente interesante (interesante en plan: yo soy normal, no me consideres interesante que te puedo decepcionar), puuff!, desaparece.
Y esa es la historia de mi vida, día tras día. La magia se me escurre entre los dedos, no soy capaz de retener ni una pizca para mí. Egoístas, la queréis toda para vosotros.
No pido tanto. Pido una sonrisa de complicidad, una mirada orgullosa, una palabra de apoyo. Pido un abrazo que me haga sentir segura, un chiste malo en un día de perros, una bronca que acabe en la cama.
Pido una razón para creer.