Eres como una noche estrellada, Eme.

Eme era una de esas personas que no quería ser adulta, 
ni responsable, ni una romántica empedernida. 
Pero lo era. 

Y no os imagináis la rabia que le daba eso. 


Qué queréis que os diga, Eme no tenía remedio. Cuando se le metía una idea en la cabeza no había ni mortal ni deidad que la sacara de ahí. No tenía derecho a ir por el mundo intentando arreglarlo, pero lo hacía. 

Y qué. 

Pues eso, que Eme no tiene puto remedio.
Es una maldita romántica que cree en lo bueno de todas las personas, en las quintas oportunidades y en que la gente cambia. Já. 

Me río de la buena de Eme.

Creía que los días de lluvia eran más bonitos si tenía una taza de café bien caliente, que los gatos negros no daban mala suerte y que yo no me burlaba de su nombre en su cara. Eme, por favor, si tienes nombre de letra. También creía que podía arreglarme. A mí.

Ingenua.

Sonaste tan magníficamente patética cuando me pediste que me quedara contigo, cuando me dijiste que podías ayudarme... Había roto tu corazón en mil pedazos y aún así querías tener a una persona tan jodidamente cruel como yo a tu lado. Creías que podías cambiarme. No sabías que yo era así porque me negaba a querer a nadie lo suficiente como para preocuparme por ellos. Que no quería querer ni que me quisieran.
Y tu me querias, Eme. 
Joder, me querías.
Probablemente más de lo que nadie me ha querido nunca. Probablemente lo sigas haciendo a pesar de todo lo que te he hecho esperando que me odiaras. Maldita seas, Eme.


Vale, sí, Eme, eres muchas cosas, incluso algunas que todavía no he decidido si me gustan.
Pero sobre todo, eres una obra de arte.


Carne de canción

Yo nací para ser caos, 
y tú estabas empeñada en ir por la vida dando guerra.


Sonreías como si de verdad no tuvieses miedo.
Creo que me conquistaste cuando apretaste tu cuchillo contra mi cuello y me amenazaste con matarme si movía un solo músculo. 
Fue todo un subidón, muñeca. 
Estabas rodeada, una contra siete, y aún así sonreías de oreja a oreja, de esa forma que todavía me produce escalofríos. No tenían ni idea de con quién se estaban metiendo.
Yo tampoco.
Recuerdo que intenté morderte. ¿Te acuerdas? Tenías el brazo cerca de mi boca, y pensaba pegarte tal mordisco que me habrías recordado durante toda tu vida. Ahora pienso que debería haberlo hecho.
Pero algo me detuvo.
Fueron tus ojos. Tenías una deliciosa locura asomando en ellos.
Y hacía juego con mi mala reputación.


¿Y sabes qué es lo que tiene el caos?
Que es impredecible, por supuesto.


Me volví loco. 
Y acabé sacándonos a los dos de esa situación suicida en la que estábamos. Sé que no te lo esperabas. Habías hecho las paces con tu destino y me odiabas por habértelo arrebatado. Era mi espada la que estaba contra tu yugular.
-Un baile o la vida, muñeca.
-¿Qué estás haciendo?
-Venganza por fascículos. Hoy un baile, mañana un beso, pasado... ya veremos que te pido pasado.
No contaba con que habías decidido llevarle la contraria al mundo.
-Como te atrevas, te mataré con mis propias manos.



Cómo no iban a escribir canciones sobre nosotros,
si juntos éramos leyenda.


Los lobos no se arrodillan ante los hombres

No me mires con esos ojos, Chica Lobo. Tú no puedes pertenecer a nadie. Eres demasiado libre, y moriría antes de encerrarte solo por el deseo de que fueses mía. Sí, mírame con esa cara como si fueras a comerme, con esos ojos de lobo gris que tienes.

Te he visto declararte invencible y cómo te lo has llegado a creer. Te he visto ir al infierno y volver solo porque no te apetecía salvar el mundo, pero sí a algunas de las personas que había en él. Te he visto tomarte un aguardiente con el diablo y jugar al parchís con la muerte. 
Te he visto hacerle trampas a la muerte.

No me vengas ahora con que no puedes conquistar el mundo, porque yo se que puedes hacer eso y mucho más. Podrías conquistar la galaxia y todo el maldito universo si te lo propusieras. 

Nunca has sido de la que se rinden fácilmente. Mejor dicho, nunca has sido de las que se rinden, Chica Lobo. Vamos, ponte de pie. Aúllale a la luna para que sepan que estás de camino.

Puedes poner cara de cordero degollado.
Que a mi no me engañas.

Sé que sigues ahí dentro.