Yo nací para ser caos,
y tú estabas empeñada en ir por la vida dando guerra.
Sonreías como si de verdad no tuvieses miedo.
Creo que me conquistaste cuando apretaste tu cuchillo contra mi cuello y me amenazaste con matarme si movía un solo músculo.
Fue todo un subidón, muñeca.
Estabas rodeada, una contra siete, y aún así sonreías de oreja a oreja, de esa forma que todavía me produce escalofríos. No tenían ni idea de con quién se estaban metiendo.
Yo tampoco.
Recuerdo que intenté morderte. ¿Te acuerdas? Tenías el brazo cerca de mi boca, y pensaba pegarte tal mordisco que me habrías recordado durante toda tu vida. Ahora pienso que debería haberlo hecho.
Pero algo me detuvo.
Fueron tus ojos. Tenías una deliciosa locura asomando en ellos.
Y hacía juego con mi mala reputación.
¿Y sabes qué es lo que tiene el caos?
Que es impredecible, por supuesto.
Me volví loco.
Y acabé sacándonos a los dos de esa situación suicida en la que estábamos. Sé que no te lo esperabas. Habías hecho las paces con tu destino y me odiabas por habértelo arrebatado. Era mi espada la que estaba contra tu yugular.
-Un baile o la vida, muñeca.
-¿Qué estás haciendo?
-Venganza por fascículos. Hoy un baile, mañana un beso, pasado... ya veremos que te pido pasado.
No contaba con que habías decidido llevarle la contraria al mundo.
-Como te atrevas, te mataré con mis propias manos.
Cómo no iban a escribir canciones sobre nosotros,
si juntos éramos leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario