Y otra vez la misma historia, que vuelve a empezar una y otra vez. Podría volver loca a cualquiera, pero no a ella; no, a ella le encantaba. Porque cada vez era distinto. Siempre era distinto. Conocía todos sus secretos y recobecos, y a la vez le sentía como el mayor desconocido del mundo, y eso les permitía sentir las putas mariposas revoloteando.
Lo que la destrozaba por dentro era la certeza de que siempre acababa, y cabía el riesgo de que no volviese a empezar.
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