Como en aquel lejano carnaval

Mon iba repartiendo besos de carmín a todos y cada uno de los hombres que la llamaban la atención. Se acercaba a su cara, les plantaba un beso en la mejilla y les susurraba bajito al oído:
-Guárdalo bien, para que cuando venga a buscarte, pueda reconocerte entre la gente.
Y es que a Mon siempre le han gustado los carnavales, y ver los rostros de los hombres marcados que buscaban al alegre arlequín que les había prometido volver. Lo que ellos no sabían es que Mon les hacía trampas, porque no, ella nunca volvía.

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