Yago despertó sobresaltado. Recordaba haber tenido un sueño un tanto inquieto. "Será por el hambre" se dijo al oír el rugido de sus tripas. Entonces recordó algo. Una loca, o vete tú a saber, que estaba presa en la celda contigua. Se levantó para intentar divisarla entre el mar de rejas que le bloqueaba las vistas, y a no encontrarla, preguntó al vigilante de turno.
-Eh, ¡eh!- El guardia hizo caso omiso -¡Eh tú! ¡Te hablo a ti!
Dubitativo, acabó acercándose, aunque siempre con precaución y sin molestarse en esconder la sospecha.
Ya le habían advertido un par de veces sobre ese preso que se hacía llamar Caronte.
-¿Qué quieres?-espetó
-Tranquilo, de momento no te voy a llevar conmigo- ser rió, ante la siempre cauta mirada del celador.-Dime, ¿quién era la mujer que había en esa celda? -preguntó, señalando el lugar por el que anteriormente había aparecido la loca.
-¿A qué diablos juegas?- El guarda, retrocedió un par de pasos, inquieto.-No voy a entrar al trapo.
Yago, perplejo ante esa reacción, intentó concretar un poco más.-Sí, hombre, la chica esas con los pelos en la cara y la mirada enloquecida.
-Esto es una prisión de hombres, muchacho No sé qué diablos te traerás entre manos, pero seguro que nada bueno.- gruñó.-Y ahora apártate de la puerta.
Yago volvió al fondo de su celda y a la oscuridad con que esta le amparaba. Empezó a pensar que ya se estaba volviendo loco. "Que poco aguante tengo. Sólo llevo un par de meses en este cuartucho y ya empiezo a tener alucinaciones. Genial" Entonces, reanudó la tarea de pensar un plan para salir de ahí antes de que fuese demasiado tarde.
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