Aunque naufraguemos.

-¿Quién te crees que eres para intentar atraparme? ¿Algún dios griego? ¿Satán tal vez?

La tormenta eléctrica se acercaba a su barco cada vez con mayor rapidez, y el navío, aunque veloz, no conseguiría alcanzar a tiempo la costa.

-¡Vamos! ¡Daos más prisa, dioses del Olimpo! ¿Esperáis atraparme con una simple tormenta? ¿Eso es todo lo que se os ocurre para arrastrarme al infierno?

Como respuesta a su altanería, el mar se embraveció levantando olas del tamaño de rascacielos. La embarcación perdía estabilidad con cada segundo que pasaba, pero la tripulación seguía remando contracorriente en su empeño por alcanzar la tierra.

¡Arremeted contra mi con la furia de los titanes, que ni aún así lograréis derrotarme!

No había acabado de pronunciar estas palabras, cuando una ola gigante se tragó el barco.

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