Estás jodidamente bonita cuando brillas y dejas que el sol acaricie tus tejados. Me encanta lo sentimental que te pones cuando lloras y la lluvia cae sobre tus calles. Adoro cuando das la bienvenida al amanecer desde tus muelles y cuando iluminas las noches con tus estrellas. Me apasiona cada uno de tus edificios de ladrillo rojo, cada uno de tus narcisos en primavera, cada una de tus bicis mal aparcadas. Me emociono con todos tus atardeceres por detrás de la Dom Tower, con todas tus terrazas con sillas en un solo lado de la mesa, con tus conciertos, tu color, tu vida.
Me he enamorado de ti, de tus caminos, de tu historia. De tus rincones, de tu gente, de tus colores. Me he enamorado de todo lo que te hace especial, de todo lo que te hace diferente, e incluso de lo que no te gusta de ti. Me he enamorado de tus canales helados, de tus color naranja, de tu música, que al principio calificaba de insufrible. Me he enamorado locamente de ti. De tu estación, de tus paseos en bici, de tu castillo, hasta de tus mercados. Me has hecho sentir como en casa.
Ahora me toca volver. Me toca despedirme, y sé que te voy a echar de menos todos los días. Vuelvo, y sé que una parte de mí se queda aquí, contigo. Porque no se puede regresar del todo de un sitio que me ha cambiado tanto.