Carta de una Erasmus enamorada de su segunda ciudad

Estás jodidamente bonita cuando brillas y dejas que el sol acaricie tus tejados. Me encanta lo sentimental que te pones cuando lloras y la lluvia cae sobre tus calles. Adoro cuando das la bienvenida al amanecer desde tus muelles y cuando iluminas las noches con tus estrellas. Me apasiona cada uno de tus edificios de ladrillo rojo, cada uno de tus narcisos en primavera, cada una de tus bicis mal aparcadas. Me emociono con todos tus atardeceres por detrás de la Dom Tower, con todas tus terrazas con sillas en un solo lado de la mesa, con tus conciertos, tu color, tu vida. 

Me he enamorado de ti, de tus caminos, de tu historia. De tus rincones, de tu gente, de tus colores. Me he enamorado de todo lo que te hace especial, de todo lo que te hace diferente, e incluso de lo que no te gusta de ti. Me he enamorado de tus canales helados, de tus color naranja, de tu música, que al principio calificaba de insufrible. Me he enamorado locamente de ti. De tu estación, de tus paseos en bici, de tu castillo, hasta de tus mercados. Me has hecho sentir como en casa.

Ahora me toca volver. Me toca despedirme, y sé que te voy a echar de menos todos los días. Vuelvo, y sé que una parte de mí se queda aquí, contigo. Porque no se puede regresar del todo de un sitio que me ha cambiado tanto.


My precious, little thing

-No... No, no, no... ¡NOOOOOOOOOO!

El grito de Liath retumbó por toda Pandora. Corrió hacia el cuerpo que había salido despedido temiendo no llegar a tiempo. Temiendo que la vida le estuviera abandonando.

-Blaine, Blaine, Blaine.

Su mundo se quebraba y no había nada que ella pudiese hacer. El corazón de Blaine latía cada vez con menos fuerza. Liath lloraba sobre su cuerpo desmadejado, y lo apretaba contra ella, como si así pudiera insuflarle vida. Había tanta sangre...

-No, Blaine, no... por favor... No se te ocurra morirte... Blaine...porfavorporfavorporfavor.

Liath suplicaba contra su oreja palabras que no sabía si él podía oír. Su desesperado ruego se perdió entre sus rizos, entre esos nudos indomables que había llenado de gomina esa misma mañana. 

-Li... -La tenue voz de Blaine se abrió paso entre sus amoratados labios - Mis... mons...truos es...tán aquí. No... llo...res. No... pa...sa... nada.

Liath lo abrazó con más fuerza aún, ahogando su llanto contra su cuello. Cada vez lo sentía más pesado en sus entumecidos brazos. Y su corazón cada vez latía más despacio.

-Por supuesto... cariño, tus monstruos... mi pequeño... por favor... no hables... Todo va a salir bien. Te vas a poner bien. Te tienes que poner bien.

La sangre empapaba sus manos, su pelo, su boca. Había tantísima sangre. ¿Cómo puede alguien tan pequeño sangrar tanto? Blaine esgrimió una maltrecha sonrisa en su cara, e hizo un esfuerzo por hablar. El siguiente latido nunca llegó.

-No, no, no, nonononono. No, por favor, no, no, no, por favor, por favor. Blaine. Blaine Blaine. Respira, por favor, por favor.

La ambulancia se abrió camino hacia ellos, con las sirenas resonando en el silencio, solo roto por los sollozos y ruegos de Liath. Demasiado tarde. Le quitaron el pequeño cuerpecito de los brazos mientras ella lloraba desconsoladamente. 

Su mundo acababa de romperse en pedazos. Un dolor descomunal se hizo hueco en su pecho. Una decisión. Después un inmenso vacío. Después, nada.

Por supuesto...- Se puso en pie, cubierta con la sangre de su hermano. Se restregó las manos por la cara para espantar las lágrimas que echaban carreras por sus mejillas.- Claro que hay monstruos en este mundo, mi pequeño.


Yo soy uno de ellos.

Polvo y cenizas

El Polvo lo cubría absolutamente todo. Cenizas. Caían del cielo imitando un patético intento de lluvia. Ceniza por todas partes. 

"Polvo sois y en polvo os convertiréis".

Las palabras de La Monstruosa resonaban su cabeza. Nunca habían estado tan cerca la una de la otra. Frente a frente. El odio asomándose en sus ojos. Tan cerca que si alargaban la mano podría estrangularse mutuamente. Y quizás habría sido lo mejor.

Polvo y cenizas por todas partes. 

-¿Por qué?

Kira la miraba a los ojos, y no conseguía entender cómo una sola persona era capaz de causar tanto sufrimiento sin siquiera parpadear. Había chasqueado los dedos y acabado con una ciudad entera. Ahora todo eran cenizas. Pero ella seguía allí. Todo lo que había querido alguna vez se había ido, pero ella seguía allí, con los pulmones ardiendo y el corazón hecho pedazos, pero viva.

-Muchos quieren someter al mundo, pero pocos son los que lo consiguen- La Monstruosa se dio la vuelta y echó a andar, alejándose de Kira -. Tiene que quedar alguien vivo para contarlo.