My precious, little thing

-No... No, no, no... ¡NOOOOOOOOOO!

El grito de Liath retumbó por toda Pandora. Corrió hacia el cuerpo que había salido despedido temiendo no llegar a tiempo. Temiendo que la vida le estuviera abandonando.

-Blaine, Blaine, Blaine.

Su mundo se quebraba y no había nada que ella pudiese hacer. El corazón de Blaine latía cada vez con menos fuerza. Liath lloraba sobre su cuerpo desmadejado, y lo apretaba contra ella, como si así pudiera insuflarle vida. Había tanta sangre...

-No, Blaine, no... por favor... No se te ocurra morirte... Blaine...porfavorporfavorporfavor.

Liath suplicaba contra su oreja palabras que no sabía si él podía oír. Su desesperado ruego se perdió entre sus rizos, entre esos nudos indomables que había llenado de gomina esa misma mañana. 

-Li... -La tenue voz de Blaine se abrió paso entre sus amoratados labios - Mis... mons...truos es...tán aquí. No... llo...res. No... pa...sa... nada.

Liath lo abrazó con más fuerza aún, ahogando su llanto contra su cuello. Cada vez lo sentía más pesado en sus entumecidos brazos. Y su corazón cada vez latía más despacio.

-Por supuesto... cariño, tus monstruos... mi pequeño... por favor... no hables... Todo va a salir bien. Te vas a poner bien. Te tienes que poner bien.

La sangre empapaba sus manos, su pelo, su boca. Había tantísima sangre. ¿Cómo puede alguien tan pequeño sangrar tanto? Blaine esgrimió una maltrecha sonrisa en su cara, e hizo un esfuerzo por hablar. El siguiente latido nunca llegó.

-No, no, no, nonononono. No, por favor, no, no, no, por favor, por favor. Blaine. Blaine Blaine. Respira, por favor, por favor.

La ambulancia se abrió camino hacia ellos, con las sirenas resonando en el silencio, solo roto por los sollozos y ruegos de Liath. Demasiado tarde. Le quitaron el pequeño cuerpecito de los brazos mientras ella lloraba desconsoladamente. 

Su mundo acababa de romperse en pedazos. Un dolor descomunal se hizo hueco en su pecho. Una decisión. Después un inmenso vacío. Después, nada.

Por supuesto...- Se puso en pie, cubierta con la sangre de su hermano. Se restregó las manos por la cara para espantar las lágrimas que echaban carreras por sus mejillas.- Claro que hay monstruos en este mundo, mi pequeño.


Yo soy uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario