Los lobos no se arrodillan ante los hombres

No me mires con esos ojos, Chica Lobo. Tú no puedes pertenecer a nadie. Eres demasiado libre, y moriría antes de encerrarte solo por el deseo de que fueses mía. Sí, mírame con esa cara como si fueras a comerme, con esos ojos de lobo gris que tienes.

Te he visto declararte invencible y cómo te lo has llegado a creer. Te he visto ir al infierno y volver solo porque no te apetecía salvar el mundo, pero sí a algunas de las personas que había en él. Te he visto tomarte un aguardiente con el diablo y jugar al parchís con la muerte. 
Te he visto hacerle trampas a la muerte.

No me vengas ahora con que no puedes conquistar el mundo, porque yo se que puedes hacer eso y mucho más. Podrías conquistar la galaxia y todo el maldito universo si te lo propusieras. 

Nunca has sido de la que se rinden fácilmente. Mejor dicho, nunca has sido de las que se rinden, Chica Lobo. Vamos, ponte de pie. Aúllale a la luna para que sepan que estás de camino.

Puedes poner cara de cordero degollado.
Que a mi no me engañas.

Sé que sigues ahí dentro.


Parecía otro jueves más

¿Conoces la teoría de los siete doppelgangers? Dicen que hay seis personas en el mundo clavaditas a nosotros, que tenemos seis gemelos en alguna parte del globo.

Ayer conocí a uno de los tuyos. Nos cruzamos en el metro, y te juro que ya no es que vea tu cara en cada esquina de la ciudad en la que podrías o no estar, sino que estabas ahí. Carne y hueso. 
Pero no eras tú. 

¿Tendría gracia, no crees? Veintiún años sin cruzarnos jamás y ahí estabas, en el metro, línea 6, Nuevos Ministerios, en hora punta. En frente de mi. Casi de película.

Ya te puedes imaginar el vuelco que me dio el corazón. Empezó a latir desenfrenado. Mis ojos buscaron los tuyos, y los encontraron. Solo que no me reconocieron. Por un momento se me cayó el alma a los pies. Fue un segundo largo y agonizante. ¿Soy tan extremadamente fácil de olvidar?

Pero no eras tú. No eras tú. Los detalles son lo que os diferenciaban. Detalles como la voz, ese guiño que hacen tus ojos cuando los miraba fijamente, esa sonrisa ladeada cuando me tomabas el pelo. No vi nada de eso, y caí en que no eras tú.

Me he cruzado con uno de tus gemelos. Con uno de tus doppelgangers. ¿Y sabes qué ha sido lo peor? Que a pesar de saber que no eras tú, no podía detener los latidos de mi corazón ni pude refrenar mis ganas de verte.

Yo tenía las cosas claras hasta que has sido el avance de una serie supuestamente cancelada. 
Me da miedo sentir que nuestra historia no se ha acabado. También me da miedo que la renueven para una nueva temporada. 

Creo, que después de todo, el que me da miedo eres tú.
Me da miedo acabar enamorándome de ti.

Y todavía no has decidido volver.


No te necesito en mi vida, pero me haces más feliz

Que sí. Que es verdad.
Que te busco entre la gente.

Sé que estamos en la misma ciudad y ya me da un vuelco al corazón. Sé que nuestras vidas si han entrecruzado mil millones de veces sin llegarse a cruzar y me dan dos vuelcos más. Que sí, que creo distinguir tu silueta y mi corazón da una vuelta para atrás con salto mortal.

Te busco entre la gente, veo tu fantasma reflejado en los cristales del metro. Veo tu barba despeinada en cada calle, y tus ojos que miran como si hubieran visto un chiste, en cada esquina. Te veo, y a los dos segundos caigo en que no eres tú.

Me estoy obsesionando. Me vuelves loca, y ya no sé hasta que punto bebo para olvidar o para intentar encontrarte en el rostro de cualquier desconocido que quiera regalarme una noche.

Y entonces escribo, y te veo reflejado en todo lo que nunca dije. Y en lo que me gustaría decirte pero no me atrevo. Porque si lo hago, me verás el alma. Y entonces sí que me verás desnuda, no como cuando estamos en la misma cama.

Así que sí, ya lo ves. Yo, que me dedicaba a rescatar causas perdidas para olvidarme de que la que estaba perdida soy yo, he sido rescatada. Y mi rescatador ha tenido la desfachatez de dejarme a mi bola. Toma ya. Libertad a porrillo. Nada de cuentas pendientes. Nada de favores que pagar. Simple y llanamente libertad.

Y puede ser que después de todo no estuviese tan rota. Que poco a poco me haya arreglado a mi misma y que solo me quedara el toque final. Ese me lo has dado tú. Ha sido una pequeña colaboración, no te vayas a creer demasiado importante. Porque no te necesito, que lo sepas.

No te necesito, no te necesito, no te necesito.
Pero me haces más feliz.