Los pantalones fucsias y la falda de flores seguían en la bolsa desde que los compró. El maquillaje desparramado por la mesa, y el espejo reflejando la imagen de dos ojos marrones cansados de sufrir. ¡Basta ya!
Se levantó, puso la música a tope y gritó todo lo que llevaba dentro. Gritó hasta quedarse si voz, hasta que la garganta le raspaba cual papel de lijar.
-Ya está.- Se dijo. -Vuelvo a ser mía otra vez. Y para siempre.
Sacó la falda y se fue de fiesta.
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