Experta en descifrar silencios y crear ilusiones. Bienvenidos a la era de los sueños improbables.
Hey, everything is gonna be alright.
Luces de neón iluminan la ciudad, intentando deslumbrarla. Los ojos vacíos de los maniquíes la miran desde los escaparates. Si puedesen sentir algo, sería envidia, porque aunque hacía horas que se le había corrido el maquillaje y la ropa ya no estaba tan lisa como al salir de casa, iluminaba las calles por las que pasaba. La sentaba bien volver a ser feliz.
What the hell?
Los pantalones fucsias y la falda de flores seguían en la bolsa desde que los compró. El maquillaje desparramado por la mesa, y el espejo reflejando la imagen de dos ojos marrones cansados de sufrir. ¡Basta ya!
Se levantó, puso la música a tope y gritó todo lo que llevaba dentro. Gritó hasta quedarse si voz, hasta que la garganta le raspaba cual papel de lijar.
-Ya está.- Se dijo. -Vuelvo a ser mía otra vez. Y para siempre.
Sacó la falda y se fue de fiesta.
Se levantó, puso la música a tope y gritó todo lo que llevaba dentro. Gritó hasta quedarse si voz, hasta que la garganta le raspaba cual papel de lijar.
-Ya está.- Se dijo. -Vuelvo a ser mía otra vez. Y para siempre.
Sacó la falda y se fue de fiesta.
Y volar con las alas cosidas.
Ese sentimiento de impotencia fue creciendo y haciéndose más grande en su vientre, el calor del tequila la abrasaba la gargata, el pecho la dolía y las lágrimas ya no asomaban por sus ojos completamente rojos. Pero aún sentía, claro que sentía. Siempre fue una loca por sentir demasiado.
En ese momento, el cielo comprendió su angustia y no pudo hacer otra cosa que echarse a llorar.
En ese momento, el cielo comprendió su angustia y no pudo hacer otra cosa que echarse a llorar.
Como en aquel lejano carnaval
Mon iba repartiendo besos de carmín a todos y cada uno de los hombres que la llamaban la atención. Se acercaba a su cara, les plantaba un beso en la mejilla y les susurraba bajito al oído:
-Guárdalo bien, para que cuando venga a buscarte, pueda reconocerte entre la gente.
Y es que a Mon siempre le han gustado los carnavales, y ver los rostros de los hombres marcados que buscaban al alegre arlequín que les había prometido volver. Lo que ellos no sabían es que Mon les hacía trampas, porque no, ella nunca volvía.
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