Fuérase una vez


Era una noche fría, y quería de tu calor... pero ¿cómo pedírtelo si ya no estabas? Hace mucho tiempo que te fuiste ..aún así me cuesta terminar de asimilar que no volverás, que ya no te tengo...aunque tal vez eso sea lo mejor.

Ahora, si me lo permites, encerraré mi corazón detrás de la muralla que estoy construyendo, cerraré las puertas a cal y canto y tiraré las llaves al mar que has colgado de mis pestañas, el mismo mar que tu alimentaste con sueños y promesas que han quedado en nada. El mar de mis lágrimas.

Pronto empezamos.

Yago despertó sobresaltado. Recordaba haber tenido un sueño un tanto inquieto. "Será por el hambre" se dijo al oír el rugido de sus tripas. Entonces recordó algo. Una loca, o vete tú a saber, que estaba presa en la celda contigua. Se levantó para intentar divisarla entre el mar de rejas que le bloqueaba las vistas, y a no encontrarla, preguntó al vigilante de turno. 

-Eh, ¡eh!- El guardia hizo caso omiso -¡Eh tú! ¡Te hablo a ti! 

Dubitativo, acabó acercándose, aunque siempre con precaución y sin molestarse en esconder la sospecha.
Ya le habían advertido un par de veces sobre ese preso que se hacía llamar Caronte. 
-¿Qué quieres?-espetó 
-Tranquilo, de momento no te voy a llevar conmigo- ser rió, ante la siempre cauta mirada del celador.-Dime, ¿quién era la mujer que había en esa celda? -preguntó, señalando el lugar por el que anteriormente había aparecido la loca. 
-¿A qué diablos juegas?- El guarda, retrocedió un par de pasos, inquieto.-No voy a entrar al trapo.
Yago, perplejo ante esa reacción, intentó concretar un poco más.-Sí, hombre, la chica esas con los pelos en la cara y la mirada enloquecida. 
-Esto es una prisión de hombres, muchacho No sé qué diablos te traerás entre manos, pero seguro que nada bueno.- gruñó.-Y ahora apártate de la puerta. 

Yago volvió al fondo de su celda y a la oscuridad con que esta le amparaba. Empezó a pensar que ya se estaba volviendo loco. "Que poco aguante tengo. Sólo llevo un par de meses en este cuartucho y ya empiezo a tener alucinaciones. Genial" Entonces, reanudó la tarea de pensar un plan para salir de ahí antes de que fuese demasiado tarde.

Aunque naufraguemos.

-¿Quién te crees que eres para intentar atraparme? ¿Algún dios griego? ¿Satán tal vez?

La tormenta eléctrica se acercaba a su barco cada vez con mayor rapidez, y el navío, aunque veloz, no conseguiría alcanzar a tiempo la costa.

-¡Vamos! ¡Daos más prisa, dioses del Olimpo! ¿Esperáis atraparme con una simple tormenta? ¿Eso es todo lo que se os ocurre para arrastrarme al infierno?

Como respuesta a su altanería, el mar se embraveció levantando olas del tamaño de rascacielos. La embarcación perdía estabilidad con cada segundo que pasaba, pero la tripulación seguía remando contracorriente en su empeño por alcanzar la tierra.

¡Arremeted contra mi con la furia de los titanes, que ni aún así lograréis derrotarme!

No había acabado de pronunciar estas palabras, cuando una ola gigante se tragó el barco.

Cartas que hieren.

Querido Yago,

Hoy no estoy tan enfadada contigo como de costumbre, pero tampoco te he perdonado. Creo que voy por buen camino para superar tu traición. Debería dejar de escribir estas cartas, pero quien sabe, quizás algún día encuentre el valor para mandártelas. También influye que estés en paradero desconocido, que si no ya habrías recibido alguna de esas en las que te canto las cuarenta.
Pero tranquilo, Yago, que he madurado. Ya no soy la niña ingenua que era antes. Ya nadie me va a engañar como lo hiciste tú. Ah, y ten por seguro que me encontraré. No lo olvides, porque te aseguro que en cuanto te encuentre me vengaré de lo que me hiciste.

Sin amor, la que no se encuentra.

Querer hasta arder.


     Yo no creía en las brujas. Brujas de las de abracadabra al menos. He de admitir que mi madrastra era una bruja de mucho cuidado, con verrugas y todo, pero de ahí a ser una bruja de las de verdad, de las que hacen brujería... Yo no creía en esas brujas. Claro que no. ¡Sandeces! Decía cada vez que alguien sacaba el tema. Entonces la conocí a ella, y ella murió en la hoguera. Pero disfrutó. Ya lo creo que disfrutó. Cada segundo sintiendo la mordedura de las llamas en su piel pálida, siendo el centro de atención, su pelo rojo reluciendo más que nunca, aterradoramente bella… su quema se colocó en lo alto de su lista de grandes momentos vividos. Había deseado morir así. ‘’Los finales trágicos son inolvidables’’ decía siempre. Y la creo. Claro que la creo. ¿Cómo olvidar su sonrisa desafiante y las flechas que tenía por miradas? Hasta en el último momento. Soberbio, como todo en ella.

     Pero las brujas no mueren, no pueden hacerlo.  (Me lo contó mientras sobrevolábamos París en su triciclo mágico). Quizás sea esa la razón por la que se me aparece en sueños cada noche.

     Me llamo Ezra Chifflot y no, no estoy loco.


Aprovecho mis juegos peligrosos para rescatar esta entrada del baúl de los recuerdos.
Disfrutadla!

Deja que me ría del peligro.

Ella amaba el fuego, y el fuego la amaba a ella. Siempre pensó que las vidas trágicas eran las que dejaban marca, y no se equivocaba. La suya lo fue, y marcó muchos corazones. Enseñó un nuevo camino a algunos, muchos fueron los que rompió, unos pocos la odiaron, envidia, decían. Mientras el fuego la consumía, todos lloraron. Sin embargo, ella no podía hacer otra cosa que sonreír. El fuego la susurraba "quédate conmigo" y la cantaba canciones de amor al oído. Su vida fue trágica y dejó huella, pero murió feliz, porque ella amaba al fuego, y el fuego la amaba a ella.

Atrapado.

Yago estaba apoyado en una de las paredes de su celda. Pensaba un plan magistral, una huida que le permitiera salir de esa maldita prisión en la que se encontraba. Había intentado aprenderse los cambios de turno de los guardias, pero esa panda de malnacidos se las habían ingeniado para idear un sistema tan irregular que era imposible comprenderlo. Preso de la frustración y la desesperación, Yago golpeó la pared hasta dejarse en ella los nudillos.

-¿Crees que atizándole esos golpes a la pared vas a conseguir algo? - Una mano de mujer entró en su campo de visión.

Yago se acercó a los barrotes a conocer a la dueña de esa mano y esa voz.
-No necesito que me des ningún consejo- dijo con voz agria.

La joven se río, como si fuera el chiste más divertido que la habían contado en mucho tiempo. Las convulsiones de su cuerpo apartaron un poco el pelo que la cubría la cara.

-Pues no entiendo qué demonios te hace tanta gracia.- La voz de Yago era dura como una piedra y cortaba como un cuchillo. No iba a permitir que le tomaran el pelo, ni aunque eso pudiese suponer un entretenimiento en un lugar en el que el tiempo no pasaba.

-Pobrecito, llevas poco tiempo aquí, ¿verdad? Qué inocente, todavía piensas en escapar. Seguro que piensas que puedes salir sin ayuda. Pequeño iluso.- Con cada carcajada, su cuerpo temblaba entero. Yago la observó más atentamente y llegó a la conclusión de que la locura se había apoderado de sus facultades mentales. De pronto, la risa se interrumpió y le miró con ojos escrutadores.
-Sé por qué estás aquí.
-Mira que lo dudo.
-Tienes mala suerte, chaval. Han tenido que colocarte a mi lado.
-Estás loca.
-Eso dicen. También dicen que eres culpable, ¿les vas a creer?- La joven le miró una vez más, y se sentó en el centro de su celda, con las piernas cruzadas. Tarareando, pasó las manos por su pelo una y otra vez.

Yago pensativo, se echó en el catre. Se preguntó qué le habría pasado a su vecina para terminar así, y con algo más de prisa que antes, puso su mente a trabajar en un plan que le permitiera salir de allí.

Sentirás lo mismo que yo.

Yago:

Un impresentable, eso es lo que eres. ¿Cómo te has atrevido, sucia alimaña? ¿Te crees que te puedes marchar, así sin más? Oh, no, ya lo creo que no. Me da igual que vayan detrás de ti, me da igual que te hayan encontrado y me da exactamente igual haber sido yo quien te instara a marcharte. Me da igual, niñato de pacotilla.
No te voy a suplicar que vuelvas. Ya lo hice una vez y me prometí a mi misma que no volvería a comportarme como una idiota. Por mi como si te quieres pudrir en el infierno. Voy a emprender mi búsqueda yo solita, pero juro solemnemente que si no encuentro lo que busco, mi fantasma te perseguirá durante el resto de tus días. Aprende a vivir con ello, chaval.

¿Por dónde íbamos?

Quise contar una historia, pero nunca supe muy bien como hacerlo. Empecé por el final, di vueltas y más vueltas, y terminé enredada entre mis propias palabras. Intenté dibujar imágenes con una pluma, pero eran efímeras. Probé con todo, quemé los borradores una y mil veces. Y justo cuando me iba a dar por vencida, lo entendí. Todos los intentos, todo lo que había creado, estaba ahí. Solo faltaba yo, y me estaban esperando. Ahora, de la mano de Imaginación, abraza por Inspiración y en busca de Historia, decido continuar con la aventura que emprendí un día y que nunca conseguí terminar.

Quizá por el camino encuentre una musa. 
Quizá caiga una estrella.