Experta en descifrar silencios y crear ilusiones. Bienvenidos a la era de los sueños improbables.
Fuérase una vez
Pronto empezamos.
Aunque naufraguemos.
-¿Quién te crees que eres para intentar atraparme? ¿Algún dios griego? ¿Satán tal vez?
La tormenta eléctrica se acercaba a su barco cada vez con mayor rapidez, y el navío, aunque veloz, no conseguiría alcanzar a tiempo la costa.
-¡Vamos! ¡Daos más prisa, dioses del Olimpo! ¿Esperáis atraparme con una simple tormenta? ¿Eso es todo lo que se os ocurre para arrastrarme al infierno?
Como respuesta a su altanería, el mar se embraveció levantando olas del tamaño de rascacielos. La embarcación perdía estabilidad con cada segundo que pasaba, pero la tripulación seguía remando contracorriente en su empeño por alcanzar la tierra.
¡Arremeted contra mi con la furia de los titanes, que ni aún así lograréis derrotarme!
No había acabado de pronunciar estas palabras, cuando una ola gigante se tragó el barco.
Cartas que hieren.

Pero tranquilo, Yago, que he madurado. Ya no soy la niña ingenua que era antes. Ya nadie me va a engañar como lo hiciste tú. Ah, y ten por seguro que me encontraré. No lo olvides, porque te aseguro que en cuanto te encuentre me vengaré de lo que me hiciste.
Sin amor, la que no se encuentra.
Querer hasta arder.
Deja que me ría del peligro.
Atrapado.
-¿Crees que atizándole esos golpes a la pared vas a conseguir algo? - Una mano de mujer entró en su campo de visión.
Yago se acercó a los barrotes a conocer a la dueña de esa mano y esa voz.
-No necesito que me des ningún consejo- dijo con voz agria.
La joven se río, como si fuera el chiste más divertido que la habían contado en mucho tiempo. Las convulsiones de su cuerpo apartaron un poco el pelo que la cubría la cara.
-Pues no entiendo qué demonios te hace tanta gracia.- La voz de Yago era dura como una piedra y cortaba como un cuchillo. No iba a permitir que le tomaran el pelo, ni aunque eso pudiese suponer un entretenimiento en un lugar en el que el tiempo no pasaba.
-Pobrecito, llevas poco tiempo aquí, ¿verdad? Qué inocente, todavía piensas en escapar. Seguro que piensas que puedes salir sin ayuda. Pequeño iluso.- Con cada carcajada, su cuerpo temblaba entero. Yago la observó más atentamente y llegó a la conclusión de que la locura se había apoderado de sus facultades mentales. De pronto, la risa se interrumpió y le miró con ojos escrutadores.
-Sé por qué estás aquí.
-Mira que lo dudo.
-Tienes mala suerte, chaval. Han tenido que colocarte a mi lado.
-Estás loca.
-Eso dicen. También dicen que eres culpable, ¿les vas a creer?- La joven le miró una vez más, y se sentó en el centro de su celda, con las piernas cruzadas. Tarareando, pasó las manos por su pelo una y otra vez.
Yago pensativo, se echó en el catre. Se preguntó qué le habría pasado a su vecina para terminar así, y con algo más de prisa que antes, puso su mente a trabajar en un plan que le permitiera salir de allí.
Sentirás lo mismo que yo.
Un impresentable, eso es lo que eres. ¿Cómo te has atrevido, sucia alimaña? ¿Te crees que te puedes marchar, así sin más? Oh, no, ya lo creo que no. Me da igual que vayan detrás de ti, me da igual que te hayan encontrado y me da exactamente igual haber sido yo quien te instara a marcharte. Me da igual, niñato de pacotilla.
No te voy a suplicar que vuelvas. Ya lo hice una vez y me prometí a mi misma que no volvería a comportarme como una idiota. Por mi como si te quieres pudrir en el infierno. Voy a emprender mi búsqueda yo solita, pero juro solemnemente que si no encuentro lo que busco, mi fantasma te perseguirá durante el resto de tus días. Aprende a vivir con ello, chaval.