Tienes corazón de veleta.
Lo sé, lo he visto.
Yo era feliz antes de conocerle a él. Creía que tenía todo lo que se podía desear, no necesitaba nada más. Por no necesitar, no necesitaba nada ni a nadie. Estaba centrada en mi misma, en ser mi mejor versión posible.
Y entonces llegó él. Ni siquiera recuerdo cómo pasó, solo que de repente, la mecánica de mi corazón empezó a funcionar del revés. Arriba se convirtió en abajo, y el tiempo pasaba a trompicones. La espera insoportable, la incertidumbre demoledora. Las decepciones, a montones.
Ahora, viéndolo desde otra perspectiva, menos abrumadora, he decidido no voy a esforzarme por entenderlo, por entenderle. Ha sido duro quitarse la tirita, dudar entre arrancarla del tirón o quitarla poco a poco.
Arráncala.
Duele más, pero dura menos.
Pasan los días, las horas y los minutos.
La herida se va cerrando, pronto no quedarán ni las cicatrices.
Por lo menos ya hemos dejado de jugar a hacernos daño.